No se muy bien qué pensar en esta escena. Son muchas cosas. Ya simplemente que Moises y Elías, que llevaban muertos ya muchos años, se aparecieran y hablaran contigo es… increíble.
Justo cuando Pedro ofrece hacer tres tiendas se oye una voz, desde una nube de luz (no me imagino como puede ser una nube de luz, la verdad). Da unas instrucciones muy simples, parecidas a las que María dice en las bodas de Canaán de “Haced lo que Él os diga”. Esa voz dice ahora: “Escuchadle”. Todo lo que pasó fueron cosas impresionantes y, aun así, no les das a los tres que te acompañaban la opción de contarlo.
Jesús, confiaste mucho en Pedro, Santiago y Juan para dejarles presenciar ese momento sabiendo que podrían habérselo contado a quien sea. Eso, eso que Tú haces, es algo impresionante. Confiar en alguien. Confiar, confianza, confidencia, confío. Confío. Confío en Tí.
Quiero poder poner las cosas en tus manos sin dudar de lo que pueda ocurrir. Quiero dejar que me ayudes y me guies sin enfadarme contigo por algo que no me gusta. Quiero poder decirte “haz conmigo lo que necesites”, sin miedo a lo que me puedas pedir. Decir siempre sí a lo que me pidas, sea lo que sea y como sea.
Porque sé, Jesús, que si vas a morir por mí, no puedes pedirme nada que valga tanto como eso. Así que, lo más que puedo hacer para agradecérselo, es aceptar lo que me pidas, hacerlo sin quejarme.
Esta semana, no va a haber ningún “voy” muerto en mis labios cada vez que me pidas algo.