María Magdalena ha intentado no despertarme pero el vaso del desayuno ha tirado sus planes a la basura.
María Magdalena lloró mientras me decía que quería llevar perfumes al sepulcro. Yo la consolé y dije que iría con ella. Llamaron a otras mujeres a la puerta con más perfumes. María se puso las sandalias y salió corriendo, seguida por mí. Subíamos hacia el sepulcro y ellas se preguntaban quién movería la piedra de la entrada. Pero no hizo falta. La piedra estaba girada, las vendas perfectamente dobladas y un ángel sentado en una esquina. María se asustó. Lloraba desconsolada pensando que lo habían robado. El ángel habló con ellas diciéndoles que no buscase al vivo entre los muertos. María se echó a reír de alegría y salió corriendo con las otras mujeres.
Un año más esperé, el Señor se acercó a mí. Me arrodillé. Muy alegre, él me levantó y me dijo: he oído que recibes cartas. Y me dio una. Bajó la ladera conmigo y se fue. No puedo poner lo que decía su carta porque es algo personal entre él y yo, pero sí que os da un saludo y un beso, y que os ama con locura.