Solo pise las afueras de Jerusalén y ya me encontré con Pedro y Andrés. Un año más (para mí, claro, no para ellos) están buscando un burro. Pedro no me ve a la primera, pero sí lo hace Andrés, que me saluda y me invita a acompañarlos. Como María Magdalena, ellos también me recuerdan, sin saber de qué.
Tras coger el burro, nos dirigimos a donde está Jesús. Él, al verme, me sonríe y me saluda.
Me mira de una forma que hace que, un año más, sepa que estoy en el lugar correcto.
María Magdalena me da un fuerte abrazo mientras Jesús se sube al borrico, que estira el cuello, como notando que Él es importante.
- Rocío, ¡qué bien verte! ¡hace mucho que no te veía! Desde, desde… - piensa, y luego sonríe- pues no lo recuerdo.
Y empieza a hablar. Y habla, habla, habla y habla como solo sabe ella. Al final, Andrés, la llama:
- ¡María, deja en paz a Rocío, que nos movemos!
Nos entra la risa y echamos a andar.
Y de nuevo palmas, ramos y alegría. Palmas como las de toda la vida, no de plástico. Una explosión de verde y de color.
Me fui a la casa de María Magdalena a dormir, y me llegó una carta, de parte de Andrés, en respuesta a una pregunta que le había dicho.
“Hola Rocío.
Me pediste que te hablara de Jesús. en ese momento, no estaba muy concentrado. La verdad es que hay muchas cosas que contar. Supongo que los milagros ya te habrán
llegado, pero a mí me gustaría hablarte de cómo ayuda a los que tienen fe. Y quiero resaltar 2 puntos:
Lo primero es que con fe, Dios te concede. Verás, no sé si te llegaría el milagro de la hemorroísa. Una mujer, que tenía tantísima fe que sabía, no creía, que al tocar el manto del maestro, se curaría. Solo había oído de Él, pero le bastaba para creerlo. Son cosas alucinantes, cómo confía la gente. Cómo creen en ellos.
Y el segundo punto, igual te ayuda con tu edad. He oído un poco de tu conversación con María Magdalena. Ya lo siento, pero te oí hablar de amigas tuyas que no creen lo que hace
el Señor. Una de las cosas que hizo fue curar a un paralítico. No sé mucho de él, pero desde donde estaba, vi que el paralítico no tenía mucha fe. No me daba la sensación de que creyera que le iba a curar, sino más bien que solo hacía eso por sus amigos, que le habían llevado hasta ahí. Y el Maestro le curó.
Lo que intento,Rocío, es decirte que realmente, el Señor pone gente buena cerca de todo el mundo, y como tú tienes fe, puedes ayudar a toda esa gente buena a ser mejor aún.
Bueno, tú y todos. Ánimo. Yo avisé a mi hermano, avisa tú a tus amigas.
Andrés.
P.D: ¿Qué te pareció lo que hizo la gente con los ramos? A mi me encantó.